¿Si no se culpa a sí mismo el malhechor
qué importa que lo culpen o lo inculpen
otros? Es un profundo tajo todo daño:
una herida como de tronco abatido a hachazos.
No tiene culpa el mal: sucede
como ciegamente sucede a cada instante
el flujo de la sangre viva en la iracunda sien,
en el brazo alzado para el golpe. Mandíbula
de onagro, azada vuelta sable. No sabe
el malhechor del bien ni el mal porque
no existen: son, a lo más, unas alas rotas
de papel casi invisible que el viento eleva
al contraluz--mariposa--hacia el silencio.