La abeja tiene en Teócrito directa relación con el amor.
En su poema "El ladrón de miel"(1), narra una anécdota sucedida nada menos que a Eros:
Una abeja maligna picó un día
A Eros que robaba la colmena,
Y le picó en la punta de los dedos.
Eros patea, grita, se lamenta,
Se sopla las heridas, y a Afrodita
Mostrando su dolor, llora y se queja
De que un ser tan pequeño y diminuto
Produzca unas heridas tan cruentas.
Y la madre, riendo, dice al hijo:
-¿No eres tú semejante a las abejas?
Tú también, hijo mío, eres pequeño,
¡Pero qué heridas tan terribles dejas!,
Y en su Idilio III, un pastor enamorado canta:
¡Oh!, si fuera yo una abeja susurrante
y pudiera volar hasta tu escondite
entretejiendo las hiedras y helechos
tras cuyo fronda has anidado.