Entre los epigramas del libro II de la Antología griega, que describen las estatuas en bronce de personajes famosos, los dedicadas a dos poetas, Safo y Píndaro, representan con la abeja el talento lírico de ambos.
El que describe a Sapho la identifica con la abeja y su zumbido:
La abeja de Pieria, Safo de Lesbos, de dulce susurro, está sentada en silencio. Pareciera estar tejiendo una hermosa melodía, su mente iluminada por las musas.
El que habla de Píndaro, el de dulce voz, termina con los siguientes versos:
. . . al nacer se le posaron en su melodiosa boca abejas que hicieron en ella un panal.